PATRIMONIO
Situado en un privilegiado enclave rodeado de la exuberante vegetación del Desert de les Palmes se encuentra el Monasterio Carmelita, desde donde se puede contemplar unas increíbles vistas panorámicas de Benicàssim.
Concertar visita en el número de teléfono 964 30 09 50.
Dispone de salas de conferencias, capillas, comedores y 42 habitaciones dobles. Perfecto para realizar encuentros y convivencias en grupo.
El centro recibe a todo aquel que desee experimentar una profunda sensación mística. Podrás admirar las preciosas vistas panorámicas de Benicàssim y el mar.
Hacia el 850 a.C. vivió en Israel un profeta llamado Elías el Tesbita. Éste convenció a Israel de que sólo hay un Dios verdadero. Algunas de sus principales gestas tuvieron lugar en el Monte Carmelo, que quedó para la posteridad unida a su memoria.
Según excavaciones arqueológicas realizadas recientemente en el Wadi es-Siah se ha contrastado la existencia de ermitaños en el Carmelo desde el siglo IV d.C. Estos eran de lengua griega y de rito bizantino.
En el siglo XII, algunos caballeros procedentes de Europa, que habían participado en las cruzadas, se establecen en el Carmelo, donde se consagraban a vivir en obsequio de Jesucristo, imitando a la Virgen María.
No se sabe cómo se produjo la fusión entre griegos y latinos, pero en el año 1209 el patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, escribió una regla de vida para los ermitaños del Carmelo, que empezaron a llamarse “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”
Ante la presión musulmana, a partir de 1238 regresan a Europa y se establecen en Malta, Inglaterra, Francia, España..., donde se transforman en Orden Mendicante al estilo de los Franciscanos y Dominicos, que surgieron por aquellos años. Los conventos se multiplican y se comienzan a escribir las páginas de una larga y gloriosa historia que continúa hasta nuestros días.
El primitivo Monasterio del Desierto se encontraba en un llano entre barrancos, a unos 500 metros del actual. Su construcción tuvo lugar entre los años 1697 y 1733. El recinto tenía capacidad para albergar a veinticuatro religiosos en sus diferentes dependencias. Se hallaban entre ellas un peculiar claustro, aljibes, una hospedería y un palacio episcopal cuyos restos todavía se pueden apreciar.
En 1783 una serie de lluvias torrenciales y movimientos de tierra perjudicaron seriamente la estructura del edificio, tras lo cual, los Carmelitas Descalzos se vieron obligados a abandonarlo, buscando una ubicación más segura.
Hoy, al contemplar sus ruinas, el visitante podrá sumergirse en uno de los lugares más encantadores y poéticos del Desierto de las Palmas. Con el Mediterráneo como fondo, estas huellas del pasado descubren una estampa de serena belleza que invita a rememorar la sencillez y la santidad cotidianamente allí vividas durante un siglo.
Situado en un paraje de gran riqueza natural, rodeado de una frondosa vegetación y abundantes árboles se encuentra el monasterio actual que se construyo entre los años 1784 y 1791 después del abandono del antiguo monasterio.
El Monasterio, de sobria y elegante presencia, sigue en su estructura las indicaciones marcadas por la Regla de los Carmelitas y por Sta. Teresa de Jesús; distribuye las distintas dependencias conventuales en torno a la iglesia, que ocupa su centro, tanto físico como vital.
Rodeado de huertos de naranjos y jardines y respaldado por el Monte Bartolo, e integrado en un entorno natural extraordinario y dominando el valle que desciende hasta Benicàssim, el Desierto se convierte en un mirador privilegiado para todo aquel que desee hallar un ambiente de paz y belleza.
En los alrededores del Monasterio hay multitud de ermitas y antros, dedicadas a la oración y al silencio, con arboleda y alguna que otra fuente. Hay también un restaurante, el Mirador de la Portería Alta, el Monte Bartolo, CEEM La Bartola y el Centro de Interpretación del Parque Natural.
El Templo conventual se ubica en el centro mismo del Convento, rodeado por las distintas dependencias en las que se desarrolla la vida de los religiosos. Esta distribución sigue una intuición de la fundadora del Carmelo Descalzo, Santa Teresa de Jesús, que explica la estructura de nuestra alma “como un castillo todo de diamante, en el que hay muchas moradas en torno a la principal, que se encuentra en el centro de todas y es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma, porque es la morada de Dios”. Una marcada simplicidad de estilo clasicista, y una tremenda funcionalidad caracterizan el tono en esta construcción.
La planta de cruz latina es profundamente simbólica, porque en la cabecera se encuentra el Sagrario con la reserva del Santísimo Sacramento, indicando que Cristo es nuestra cabeza. Los fieles se colocan todos dentro de la cruz, para significar que cada uno de nosotros es un miembro del Cuerpo de Cristo.
Se cubre por bóvedas de cañón que confluyen en el crucero, donde se alza una cúpula de media esfera sobre pechinas. La cúpula simboliza el cielo, que desciende sobre la tierra en la Casa de Dios. La decoración, en estuco, está concebida a la clásica, con una ordenación de pilastras bajo un entablamento que recorre todo el edificio. Los Ángeles que decoran las cornisas y los Santos de las hornacidas nos recuerdan que la Iglesia del Cielo (Ángeles y Santos) se une a la de la tierra durante la celebración del culto.
Preside la cabecera un retablo neoclásico que representa la Transverberación, experiencia mística de Santa Teresa en la que sintió como un ángel le atravesaba el corazón con un dardo, y a la cual está dedicado el Monastario. Completan el programa decorativo las emblemáticas figuras de la Virgen del Carmen, San José, San Elías y San Juan de la Cruz, en las hornacinas del crucero, y las pinturas en las pechinas, sobre la vida de Santa Teresa.
A los pies de la Iglesia se encuentra una capilla-panteón, que alberga los restos de treinta y cinco frailes de la provincia de Carmelitas Descalzos de Aragón Valencia, víctimas de la persecución religiosa en 1936. Muchos de ellos fueron moradores del Desierto de las Palmas en algún momento de su vida. Su causa de canonización está en una fase muy avanzada y pronto gozarán del honor de los altares.
Una de las características que distinguen el Desierto de las Palmas es el enorme esfuerzo y voluntad por conservar y dar a conocer su gran riqueza patrimonial y cultural. Ello queda de manifiesto en un sinfín de iniciativas, entre las cuales destaca la creación de su Museo.
En 1971 se inauguraron dos salas a modo de depósito en las que se exponían las obras más significativas del convento. La acogida fue tan favorable que movió a los religiosos a llevar a cabo un proyecto de mayor envergadura, para lo cual se recogieron piezas de especial valor artístico repartidas por diferentes conventos de la Orden. La provincia de Carmelitas Descalzos de Aragón y Valencia sigue detentando, junto a dichos conventos, la propiedad de las obras. En los últimos años se ha visto incrementado el proceso de incorporación de obras, así como la restauración de las que así lo requieren.
Hoy en día dispone de una colección verdaderamente singular por su cantidad y por su calidad. Las obras que atesora abarcan un amplio arco de procedencias, tanto en el espacio como en el tiempo. En él podemos admirar todo tipo de piezas: cerámica, pintura, escultura, orfebrería, bordados, grabados... procedentes de distintos rincones de España, Francia, Italia, Alemania, Países Bajos, Rusia, Grecia, Israel, Líbano, México, Filipinas, etc.
Un testimonio único del arte que el visitante puede disfrutar es el retablo cerámico del siglo XVIII con la Oración del Carmelita, posiblemente una de las piezas de mayor tamaño salidas de la Real Fábrica del Conde de Aranda en L'Alcora. Otras obras testimonian importantes acontecimientos vinculados a la Orden.
Entre sus fondos cuenta igualmente con una importante colección de Iconos rusos que invitan a conocer un código artístico y espiritual poco usual en Occidente.
Los lenguajes propios de la plástica y la espiritualidad medievales se recogen en algunas muestras de gran belleza.
Todo este conjunto se muestra junto a obras de los más destacados maestros de la pintura y la escultura. Juan de Juanes, Ribera, Salzillo, Gregorio Fernández, José e Ignacio Vergara, Viladomat, Vicente López, Maella o Mengs son sólo algunas muestras del interesante y sorprendente recorrido por el arte que el museo atesora.